Córdoba | Ansenuza, entre flamencos y ruinas: turismo con identidad

En Ansenuza, el pasado no quedó atrás: se transformó en un imán para viajeros que buscan algo más que paisajes. A unos 180 km de Córdoba capital, esta región del noreste provincial late al ritmo de la Laguna Mar Chiquita, uno de los humedales salinos más grandes de Sudamérica. Aquí, la memoria, la biodiversidad y la resiliencia de sus comunidades se entrelazan para dar vida a un destino que emociona.
En La Para, el eco del legendario Hotel Savoy aún vibra entre juncales y flamencos. Lo que fue un balneario de lujo a principios del siglo XX hoy revive en relatos, vajilla centenaria y ruinas que se funden con el atardecer. A pocos pasos, el Centro de Interpretación Bahía de Ansenuza invita a descubrir la riqueza natural del humedal más extenso del país, bajo una mirada de turismo responsable.
Miramar de Ansenuza, la ciudad que supo reinventarse tras quedar parcialmente bajo el agua en los años 70, ofrece una experiencia única: caminar entre ruinas emergidas, escuchar historias en el mítico Nocheramas o dejarse envolver por los misterios del Gran Hotel Viena. Todo, con el telón de fondo de una laguna que tiñe de rosa cada atardecer.
En Marull, la calma se mezcla con la aventura. Desde Playa Grande, se pueden avistar aves, remar entre flamencos o saborear una picada artesanal al caer el sol. Cada rincón de Ansenuza tiene su propio relato, su forma de honrar el pasado y proyectarse hacia un turismo más consciente.

Con la creación del Parque Nacional y el impulso de nuevas propuestas, Ansenuza se consolida como uno de los destinos más singulares del interior cordobés. Un lugar donde la historia no se olvida: se vive, se camina y se comparte.
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